El trabajo pictórico de Otto Dix abarca una gran diversidad de estilos, aunque el gran público conoce, principalmente, sus pinturas sobre la guerra. Dibujante excepcional, Otto Dix nos ha dejado 500 bocetos y diversos retratos, además de lienzos y acuarelas, que, sin duda alguna, evocan la época renacentista. Y es que Dix es, en efecto, uno de los grandes pintores alemanes del siglo XX.
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Otto Dix se alista en el ejército, en un principio como voluntario en el regimiento de artillería, aunque más tarde, también luchará como soldado raso tanto en Francia como en Rusia. El horror que durante la guerra se vio forzado a vivir en primera persona, le dejó, sin duda, una profunda huella que marcó, de manera evidente, toda su obra. Entre 1925 y 1927, Otto Dix reside y trabaja en Berlín, ciudad en la que su pintura alcanza las cotas más altas de criticismo y análisis de toda su trayectoria artística, influido principalmente por la corriente de la Nueva Objetividad. En 1927, Otto Dix consigue la cátedra en la Academia de Arte de Dresde.
Tras la llegada al poder de los nacionalsocialistas en 1933, Otto Dix fue uno de los primeros catedráticos de arte en ser destituidos por el régimen. Justo ese mismo año, Dix inicia lo que puede considerarse como un "éxodo interior" por el suroeste de Alemania.
A partir de 1937, los nacionalsocialistas tildan a Otto Dix de "artista degenerado" y difaman su obra tachándola de "sabotaje al espíritu militar de las fuerzas armadas". Le fueron, además, requisadas 260 obras que se hallaban expuestas por toda Alemania. Algunas de estas obras fueron vendidas, mientras que otras fueron, al final, pasto de las llamas. Pero ni aún con estas medidas logran restarle ni un ápice de notoriedad a la figura de Dix: mientras los nacionalsocialistas exhiben la difamatoria exposición Arte Degenerado por toda Alemania, dos de las obras de Dix son expuestas en su ciudad natal, Gera, con motivo de la celebración de su 700 aniversario. Sin embargo, estas obras fueron retiradas al cabo de dos semanas por orden expresa de altos mandos nacionalsocialistas.
En 1938, la Gestapo le detiene, acusándole de tomar parte en el atentado contra Hitler en Múnich y es, por ello, encarcelado durante dos semanas. Sin embargo, durante estos dificilísimos años, Dix recibe uno de los encargos más importantes para su carrera artística: el magistral retrato que Dix realiza, a petición de un importante fabricante de cerveza, de San Cristóbal mártir. En el año 1945, no obstante, es llevado de nuevo al frente y, finalmente, hecho prisionero por los franceses. Tras ser puesto en libertad en 1946, Otto Dix regresa, por fin, a su casa de Hemmenhofen.
Después de la guerra y hasta el día de su muerte, Otto Dix es incapaz de encontrar su lugar en ninguna de las dos corrientes artísticas —cada vez más alejadas entre sí— que predominan en los dos estados alemanes. No se identifica ni con el Realismo Socialista de la RDA, ni con el Arte Abstracto de posguerra de la República Federal Alemana. No obstante, en ambas Alemanias, sus obras alcanzan un gran reconocimiento y recibe múltiples homenajes.
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