martes, 12 de noviembre de 2013

Celestino Mutis, botánico y humanista

En 1783 comenzó la Real Expedición Botánica al Nuevo Reino de Granada, una aventura que duró 34 años. Dirigida por el sacerdote y botánico José Celestino Mutis, abarcó unos 8.000 km2 de territorio colombiano en la cuenca del río Magdalena. Fue la expedición más duradera de las que organizó la Corona española durante los siglos XVIII y XIX y formó a toda una generación de naturalistas y botánicos.

La expedición tuvo dos sedes: entre 1783 y 1791 la base se localizó en Mariquita, cerca del Real de Minas de Santa Ana, hasta que en 1792 se trasladó a Santa Fe, donde a la muerte de su director en 1808, contaba con una nómina de treinta y cinco personas. Las labores expedicionarias siguieron hasta 1816 y al año siguiente los materiales de la expedición fueron trasladados a España.

El Real Jardín Botánico de Madrid acaba de publicar en internet los más de 7000 dibujos que se conservan en esta institución, espléndidamente digitalizados.

Disfruten de la obra de Francisco Javier Matís, Salvador Rizo, Antonio, Nicolás y Javier Cortés y Alcocer, Vicente Sánchez, José Manuel Martínez... sólo una muestra de hasta cuarenta dibujantes que la expedición tuvo durante su trayectoria.


 José Celestino Mutis, un gaditano que, formado en Cádiz, Sevilla y Madrid -donde regenta la cátedra de Anatomía del Hospital General, a la vez que estudia Matemáticas, Física, Astronomía, Ciencias Naturales y, especialmente, Botánica- marcha, en 1760, en calidad de médico, a Nueva Granada (Colombia). Sus ideas de realizar una Historia Natural de América fructifican en 1783, cuando Carlos III lo nombra Primer Botánico y Astrónomo de una de las expediciones científicas más importantes del siglo XVIII: la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada.


“Mientras en España se iba perpetuando un profundo olvido sobre las empresas de esta naturaleza, todas las naciones, espe­cialmente las que poseían algunos estable­cimientos en América, aspiraban a porfía a poseer igualmente el conocimiento de sus tesoros naturales y a la formación de gabinetes públicos y privados.” (Mutis, 1763)


 Su expedición botánica al territorio neogranadino sólo se dirigía, en palabras del propio Mutis, “a pro­ducir honores a la nación, utilidad al pú­blico, extensión al Comercio, ventajas a las ciencias, nuevos fondos al erario real y gloria inmortal a V. M.”


Mutis realizó un exhaustivo estudio de la flora americana y de sus propiedades medicinales. Quizás sea el descubrimiento del árbol de la quina y su extraordinaria capacidad medicinal uno de los legados más conocidos que el botánico gaditano regaló a la Humanidad.
De la corteza del árbol de la quina o quino -árbol de hojas similares a las del laurel- se obtiene el alcaloide quinina. La corteza del árbol (llamada quina) y la quinina, han sido fármacos esenciales por sus propiedades febrífugas y antisépticas, y sobre todo porque durante largo tiempo -hasta que a finales del primer tercio del siglo XX se obtuvieron productos similares de origen sintético- han constituido el remedio contra la malaria. Actualmente, se utiliza quinina natural frente a las cepas microbianas que producen malaria y son resistentes a los fármacos sintéticos.



Celestino Mutis, defensor de las teorías copernicanas y newtonianas -lo que le ocasionó serios problemas con los dominicos y la Inquisición- elaboró planes de estudios generales, de Matemáticas y, especialmente de Medicina; construyó el observatorio astronómico de Santa Fe, recopiló varias gramáticas de los pueblos indígenas y convirtió su casa en un lugar de encuentro y de estudio para una América nueva y docta.



Murió en 1808 en Santa Fe de Bogotá. Pero nos dejó importantísimos escritos botánicos, más de 7.000 láminas y dibujos, un herbario con más de 20.000 plantas, semilleros, minerales, maderas, pieles, fósiles, y la convicción de que podemos desarrollar una extraordinaria labor científica que, lamentablemente, no aparece reflejada en nuestra memoria colectiva.


El 26 de junio de 1764, en Santa Fe, escribe a Carlos III:
“¿Quién se imaginaría en los primeros años de su descubrimiento que llegase a faltar en algún tiempo la quina en los montes de Perú, ni que pudiese escasear en el tiempo en que se va confirmando la mayor eficacia de este admirable remedio? Esta sería una pérdida irreparable para la posteridad, que apenas podría concebir las causas de semejante ruina y descuido.
Es muy temible, Señor, que llegue a faltar la quina, porque así lo manifiesta cada día la experiencia. No permita Vuestra Majestad que por la ambición de los que comercian en este precioso género, se multipliquen las miserias, que fundamentalmente tenemos. El corte indiscreto de todo un árbol de quina para aprovechar solamente una pequeña porción, podría hacer tan desconocido un árbol de este género en el Perú como en la Noruega.”



Desde entonces, no parece haber cambiado mucho la situación.
Es mediados del siglo XVIII y Mutis denuncia, con toda claridad, los graves problemas que ocasiona la explotación irracional de los recursos naturales. A lo largo de los siglos, hemos tenido lúcidas mentes, sí, que, con espléndidos y rigurosos análisis, nos han prevenido de lo que podría ocurrir; pero no hemos querido escucharlas.
El quino, que desapareció en gran parte de Sudamérica, fue introducido en 1859 en India e islas de Indonesia, donde proliferó de forma extraordinaria; le actividad económica que conllevaba se desplazó de una a otra parte del planeta.


Sigue Mutis:
“La mezcla reprensible, procedida de la ignorancia o de la malicia de los que quieren aumentar su mercancía, la conducción desde el Perú hasta España, y desde allí hasta las más remotas partes del mundo, disminuyen notablemente la eficacia de una quina depositada sin cuidado en suelos húmedos, alterada sensiblemente por la diversidad de climas, hasta que después de mucho tiempo va pasando lentamente a las boticas, donde suele ser muy común hallarla mezclada, medio podrida, y sin virtud después de veinte o más años de su separación del árbol. Una quina de esta naturaleza es la que ha dado lugar a tantas desconfianzas y disputas; ésta suele ser el remedio en que vanamente confía el médico en los lances más apurados, y ésta, finalmente, es el antídoto que compra para su mayor daño un pobre enfermo.”











martes, 5 de noviembre de 2013

Philip K. Dick

 Philip K. Dick, fue un prolífico escritor y novelista estadounidense de ciencia ficción, que influyó notablemente en dicho género. Dick trató temas como la sociología, la política y la metafísica en sus primeras novelas, donde predominaban las empresas monopolísticas, los gobiernos autoritarios y los estados alterados de conciencia. En sus obras posteriores, el enfoque temático de Dick reflejó claramente su interés personal en la metafísica y la teología. A menudo se basó en su propia experiencia vital, reflejó su obsesión con las drogas, la paranoia y la esquizofrenia.
La novela El hombre en el castillo, galardonada con el Premio Hugo a la mejor novela en 1963, está considerada como una obra maestra del subgénero de la ciencia ficción denominado “Ucronía”. 

Además de treinta y seis novelas, Dick escribió 121 relatos cortos. Gran parte de sus muchas historias cortas y obras menores fueron publicadas en las revistas pulp de la época.
 Aclamado en vida por contemporáneos como Robert A. Heinlein o Stanisław Lem, Dick pasó la mayor parte de su carrera como escritor casi en la pobreza y obtuvo poco reconocimiento antes de su muerte. Tras ésta, sin embargo, la adaptación al cine de varias de sus novelas le dio a conocer al gran público. Su obra es hoy una de las más populares de la ciencia ficción y Dick se ha ganado el reconocimiento del público y el respeto de la crítica.


Philip. K. Dick nació prematuramente, junto a su hermana gemela Jane, el 2 de marzo 1928, en Chicago. Jane murió trágicamente pocas semanas después. La influencia de la muerte de Jane fue una parte dominante de la vida y obra de Philp K. Dick. El biógrafo Lawrence Sutin escribe; ...El trauma de la muerte de Jane quedó como el suceso central de la vida psíquica de Phil

Dos años más tarde los padres de Dick, Dorothy Grant y Joseph Edgar Dick se mudaron a Berkeley. A esas alturas el matrimonio estaba prácticamente roto y el divorcio llegó en 1932, Dick se quedó con su madre, con la que se trasladó a Washington.


En 1940 volvieron a Berkeley. Fue durante este período cuando Dick comenzó a leer y escribir ciencia ficción. En su adolescencia, publicó regularmente historias cortas en el Club de Autores Jovenes, una columna el Berkeley Gazette. Devoraba todas las revistas de ciencia-ficción que llegaban a sus manos y muy pronto empezó a ser influido por autores como Heinlein y Van Vogt. Durante estos años su salud no fue buena, y sufrió frecuentes ataques de asma y periodos de agorafobia.

Su interés por la ciencia-ficción disminuyó cuando acabó sus estudios secundarios y, a los 18 años, dejó a su madre. Entre tanto, continuó en contacto con la comunidad intelectual de Berkeley mientras trabajaba como dependiente. Durante este periodo sus gustos literarios se hicieron más exquisitos. Berkeley, y más tarde su casa de Marin County, acabaron por llenarse de libros.


Desde 1948 hasta 1952 fue vendedor de discos, su único trabajo antes de publicar su primera historia corta en 1952. A partir de entonces, se dedicó a la escritura a tiempo casi completo, publicando su primera novela en 1955. Los años 50 fueron una época difícil para Dick, tanto que, como una vez dijo, "ni siquiera podíamos pagar las sanciones por atraso de la biblioteca". Se relacionó con la contracultura anterior a los 60 de California y simpatizaba con los poetas beat y las ideas de izquierda. Dick se opuso a la Guerra de Vietnam, por lo que el FBI le abrió expediente. 


El reconocimiento de la crítica le llegó a Philip K. Dick en 1963, cuando ganó el Premio Hugo por su novela El hombre en el castillo. Aunque Dick fue entonces aclamado como un genio en el mundillo de la ciencia ficción, siguió siendo un desconocido para el resto del mundo literario, por lo que sólo pudo publicar sus libros en editoriales especializadas que pagaban poco. En consecuencia, aunque publicó novelas regularmente durante los siguientes años, siguió teniendo dificultades económicas casi hasta el final de sus días.

La última novela dickiana publicada en vida del autor fue La transmigración de Timothy Archer. Por su carácter visionario, sus obras pueden compararse con las de William S. Burroughs, aunque Dick resulta menos mordaz y más filosófico.
Philip K. Dick se casó cinco veces y tuvo dos hijas y un hijo . Todos sus matrimonios terminaron en divorcio.

El propio Dick especulaba con la posibilidad de sufrir esquizofrenia. La enfermedad mental fue uno de sus intereses constantes, impregnando su obra. El personaje Jack Bohlen de su novela Tiempo de Marte (1964) es un "ex-esquizofrénico". La novela Los clanes de la luna alfana (1964) se centra en una sociedad entera de descendientes de enfermos internados en manicomios. En 1965 escribió el trabajo titulado La esquizofrenia y el Libro de los Cambios.


A medida que pasaba el tiempo, se volvió crecientemente paranoico, imaginando que la KGB o el FBI urdían conspiraciones contra él y le tendían trampas de continuo.
Dick fue también un voraz lector de obras de religión, filosofía y metafísica, especialmente de las relacionadas con el gnosticismo. La influencia de estas lecturas es patente en muchas de sus historias.


Philip K. Dick murió en Santa Ana, en el estado de California, el 2 de marzo de 1982. Después de su muerte, su padre llevó las cenizas del escritor a Fort Morgan, en el estado de Colorado. Cuando su hermana melliza falleció, su tumba fue inscrita con los nombres de los dos, con un espacio vacío reservado para la fecha de muerte de Philip K. Dick. Finalmente, ambos hermanos descansan en paz el uno al lado del otro.



Una de las mayores virtudes de Dick es que produjo ciencia ficción seria y, sobre todo asequible, para el gran público. Fue un escritor consistente y brillante, y de los más originales del género. Curiosamente, es un autor mucho más apreciado en Europa que en los propios Estado Unidos, habiendo países, donde es el escritor de ciencia-ficción por excelencia, en detrimento de otros ilustres como Asimov, Clarke o Bradbury.




Las obras de Philip K. Dick se caracterizan por una sensación de constante erosión de la realidad, explorando su naturaleza enigmática de forma sistemática y creando ambientes posmodernos y decadentes, adelantándose al subgénero cyberpunk. A menudo, los protagonistas descubren que sus seres queridos (o incluso ellos mismos) son sin saberlo robots, alienígenas, seres sobrenaturales, espías sometidos a lavados de cerebro, alucinaciones, o cualquier combinación de éstos; este rasgo de la obra dickiana refleja la obsesión del autor acerca de la frágil naturaleza de la realidad perceptible. Sus historias a menudo se convierten en fantasías surrealistas a medida que los personajes van descubriendo que su vida diaria es realmente una ilusión construida por poderosas entidades externas (como por ejemplo en Ubik), por grandes conspiraciones políticas, o simplemente por las peripecias de un narrador no creíble.



Gregg Rickman, el mayor cronista de Dick, propuso un esquema con tres etapas para orientarnos en la amplia obra dickiana:
La primera (1951-1960), la etapa política, abarca desde los primeros cuentos hasta Confesiones de un artista de mierda.
La segunda (1962-1970), la etapa metafísica, desde El hombre en el castillo hasta Fluyan mis lágrimas, dijo el policía.
La última etapa (1974-1981), la etapa mesiánica, desde la experiencia VALIS asta la publicación de La transmigración de Timothy Archer.

Dick situó la acción de varias de sus novelas en el mundo ucrónico de California del Norte. Su aclamada novela El hombre en el castillo, es una obra pionera que mezcla los géneros de la ciencia ficción y la historia alternativa.
De acuerdo con el autor de ciencia ficción Charles Platt: "Toda su obra parte de la asunción básica de que no puede haber una única realidad objetiva; todo es una cuestión de percepción. La tierra puede temblar bajo tus pies. Un protagonista puede verse viviendo como sueño de otra persona, o entrar en un estado inducido por drogas que de hecho tenga más sentido que el mundo real, o aparecer en un universo completamente diferente".

                                        Con Ridley Scott


Los universos alternativos y los simulacros son artificios argumentales habituales, presentando mundos ficticios poblados por personas normales y corrientes, en lugar de elites galácticas. Como indica Ursula K. Le Guin: "No hay héroes en los libros de Dick, pero hay actos heroicos. Uno se acuerda de Dickens: lo que cuenta es la honradez, constancia, amabilidad y paciencia de la gente ordinaria"

Dick no mantuvo en secreto que muchas de sus ideas y trabajos estuvieron fuertemente influidos por los escritos de Carl Gustav Jung, el fundador suizo de la teoría del psiquismo humano denominada psicología analítica (para distinguirla de la teoría freudiana del psicoanálisis). Durante su adolescencia, estuvo en tratamiento con un analista junguiano. 

En los años 50, fue adquiriendo con devoción las obras completas de Jung, publicadas por la editorial Bollingen. Lo impresionaron especialmente sus Septem Sermones ad Mortuos, de inspiración gnóstica.
Jung, autodidacta experto en los fundamentos inconscientes y mitológicos de la experiencia consciente, opinaba que las experiencias místicas podían estar basadas en una realidad subyacente. Los modelos y construcciones junguianas que más afectaron a Dick parecen ser los arquetipos de lo inconsciente colectivo, las proyecciones y alucinaciones colectivas, las experiencias de sincronicidad y su teoría de la personalidad.


 Muchos de los protagonistas de las obras de Dick analizan la realidad y sus propias percepciones en términos junguianos. Otras veces, el tema se refiere a Jung tan claramente que la conexión resulta obvia. La Exégesis de Dick también contiene muchas notas sobre Jung en relación con la teología y el misticismo.

Philip K. Dick experimentó con drogas psicoactivas, aunque siempre negó que hubieran influido en su obra. No obstante, el consumo de drogas fue tema importante en muchos de sus trabajos, como Una mirada a la oscuridad y Los tres estigmas de Palmer Eldritch. Dick consumió anfetaminas de forma habitual, y también experimentó brevemente con substancias psicodélicas, pero escribió Los tres estigmas de Palmer Eldritch, obra proclamada "la novela LSD por excelencia de todos los tiempos" por la revista Rolling Stone, antes de haber probado esa droga. Por otra parte, de acuerdo con una entrevista suya publicada en 1975 por la misma revista, Dick escribió todos sus libros publicados antes de 1970 bajo los efectos de las anfetaminas.

Obras selectas

El hombre en el castillo

La trama de El hombre en el castillo (1962) transcurre en un universo alternativo en el cual los Estados Unidos de América son gobernados por las potencias de un Eje victorioso tras la Segunda Guerra Mundial. Esta novela está considerada como una obra destacada del subgénero denominado "historia alternativa", y es la única obra dickiana que ganó un Premio Hugo.


Los tres estigmas de Palmer Eldritch

Los tres estigmas de Palmer Eldritch narra una historia que transcurre en el siglo XXI y en la que, bajo la autoridad de las Naciones Unidas, el ser humano ha colonizado la Luna y todos los planetas habitables del Sistema Solar. Para la mayor parte de los colonos, la vida resulta sumamente desagradable y psicológicamente monótona, por lo cual las Naciones Unidas tienen que obligar a la gente a que vaya a las colonias. La mayoría de ellos se entretienen usando muñecas Perky Pat y accesorios fabricados por la compañía terrestre Equipos P. P.. Dicha compañía también produce en secreto la Can-D, una droga alucinógena ilegal, aunque fácil de conseguir, que permite a la persona que la consume «trasladarse» en Perky Pat (si dicha persona es una mujer) o en el novio de Pat, Walt (si la persona es un hombre). El uso recreativo de la Can-D permite a los colonos experimentar algunos minutos de una vida idealizada en la Tierra participando en una alucinación colectiva.


¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

En ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), un cazador de recompensas vigila la población local de androides en una Tierra envenenada y devastada por una guerra nuclear, de la cual se han marchado todas las personas "de éxito". Los únicos que permanecen en el planeta son los que carecerían de perspectivas en otro mundo. Todos los androides tienen una fecha de muerte prefijada de antemano. Sin embargo, unos pocos buscan escapar a su destino y suplantar a los humanos en la Tierra.
Esta novela es muy conocida como la fuente literaria de la película Blade Runner (1982), y constituye una intensificación de la nota dominante en toda la obra dickiana: ¿qué es real? ¿qué es irreal? ¿son los androides, que parecen humanos y actúan como humanos, humanos verdaderos? ¿deberíamos tratarlos como a máquinas o como a personas? ¿cuál es el factor crucial que define al ser humano como "vivo", en oposición a los que solamente viven en apariencia?


Ubik

La novela Ubik (1969) narra una historia en la cual, con la aparición de grandes compañías especializadas en psiquismo y de un estado de vida suspensa después de la muerte, se crea un estado de realidad erosionada. En el año 2005, esta obra fue incluida por la revista Time Magazine entre las mejores 100 novelas de todos los tiempos.


Fluyan mis lágrimas, dijo el policía

Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, relata las peripecias de Jason Taverner, una estrella televisiva que vive en un estado policial en un cercano futuro distópico. Después de ser atacado por una ex-novia enfadada, Taverner se despierta en una lóbrega habitación de hotel. El protagonista todavía tiene su dinero en la cartera, pero sus documentos de identidad han desaparecido; ello constituye un grave inconveniente, ya que los controles de seguridad de los "pols" y los "nats" (la policía y la Guardia Nacional de los Estados Unidos) están presentes por toda la ciudad y arrestan a todo aquel que no tenga documentos de identidad.
Jason al principio piensa que fue víctima de un robo, pero en seguida descubrirá que toda su identidad ha sido borrada. No existe ningún registro suyo en ninguna base de datos oficial, e incluso sus más próximos colegas no lo reconocen ni lo recuerdan. Por primera vez en muchos años, Jason no tiene fama ni reputación en la que confiar. Sólo cuenta con su carisma innato para ayudarle mientras trata de averiguar qué sucedió con su pasado evitando la atención de los pols.
Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, fue la primera novela publicada por Dick tras años de silencio, tiempo durante el cual su reputación ante la crítica aumentaba.


Una mirada a la oscuridad

Una mirada a la oscuridad (1977) es una desoladora mezcla de ciencia ficción y novela policíaca. En la trama, un agente secreto de la policía de narcóticos comienza a perder contacto con la realidad después de ser víctima de la sustancia D, la misma droga que debería perseguir, que tiene efectos permantentes sobre la mente. La sustancia D es instantáneamente adictiva, comenzando con una agradable euforia que rápidamente se ve reemplazada por confusión creciente, alucinaciones y, finalmente, psicosis total. En esta novela, como en todas las otras del mismo autor, hay un hilo subyacente de paranoia y disociación, con múltiples realidades percibidas simultáneamente. Fue adaptada al cine por Richard Linklater.



VALIS

VALIS (1980), es quizá la novela más posmoderna y autobiográfica de Dick, examinando sus propias experiencias inexplicadas. Puede también ser considerada como su trabajo más estudiado académicamente.






Numerosas obras de K. Dick han sido llevadas a la gran pantalla, pues Hollywood parece haber encontrado un filón en sus historias futuristas repletas de protagonistas no del todo heroicos, pero llenos de determinación, así como en el magnetismo que desprende el halo de sufrimiento y autodestrucción de su obra autobiográfica. 











http://www.ciencia-ficcion.com/autores/dickpk.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Philip_K._Dick